Por Luis Daniel Londoño Silva, Mgtr. en Violencia Doméstica y de Género, teólogo católico, comunicador y escritor.
“Proclamad
un año de gracia del Señor” (Cf. Is 61,2). Con estas palabras, Jesús inaugura
su misión pública en la sinagoga de Nazaret. Lo que no todos saben es que esa
frase hace referencia directa a una antigua institución bíblica: el Año
Jubilar. A través del Papa Francisco la Iglesia nos convocó nuevamente a un
Jubileo. Pero no uno cualquiera: el Jubileo 2025, con el lema “Peregrinos de la
Esperanza”.
¿Por
qué es importante conocer las raíces bíblicas del Jubileo? Porque sin esa base,
el Año Santo se reduce a una agenda de actividades eclesiales. Pero cuando
entendemos sus cimientos, descubrimos que es un llamado existencial a vivir como
hijos liberados, perdonados y en camino.
El Jubileo nace del corazón de Dios: memoria de la liberación
En
el Levítico 25, Dios instituye el Jubileo como un tiempo sagrado cada 50 años.
¿El propósito? Liberar a los esclavos, devolver las tierras, cancelar deudas.
El Jubileo no fue un invento social, sino una expresión del corazón compasivo
de Dios: un Dios que no tolera que la esclavitud se perpetúe ni que la
desigualdad se eternice.
El
Jubileo en la Biblia tenía una consecuencia práctica: las tierras volvían a su
propietario original, los endeudados recuperaban su heredad, y los pobres
dejaban de ser desposeídos. Esto era un escándalo para los poderosos y un
alivio para los débiles. Hoy, cuando el mundo clama por justicia, conocer esta
raíz bíblica nos ayuda a conectar el Jubileo con la doctrina social de la Iglesia:
perdonar deudas impagables, restaurar relaciones rotas, y devolver la voz a los
silenciados. Peregrinar con esperanza no es huir del mundo, sino caminar hacia
una humanidad reconciliada desde abajo y desde los últimos.
La
lógica del Jubileo bíblico no se basaba en el mérito, sino en la gracia
gratuita de Dios. Era Dios quien lo proclamaba, no los hombres. Nadie tenía que
“ganárselo”. Era un año para volver a empezar, como se vuelve al hogar después
de una larga ausencia.
El Jubileo 2025 nos invita a lo mismo: volver al corazón de Dios sin condiciones. No se trata de acumular indulgencias como quien colecciona medallas, sino de dejarse encontrar por el Padre que corre al encuentro del hijo que vuelve a casa (Cf. Lc 15,20). Esta perspectiva bíblica desarma el legalismo y nos reconcilia con nuestra fragilidad.
En
la Biblia, el Jubileo no era un acto individual, sino una celebración
comunitaria. Todo el pueblo estaba implicado. Se tocaba el cuerno del carnero
(yobel en hebreo, de ahí “Jubileo”) para anunciarlo. Era un llamado a todos:
ricos y pobres, jueces y jornaleros.
El Jubileo 2025 no es solo para los “muy religiosos”, sino para todos los que desean reconstruir el tejido roto del mundo con esperanza y fe. Enraizarlo en su fuente bíblica nos ayuda a entender que no se trata solo de peregrinar a Roma, sino de convertirnos en peregrinos del Reino.
En el Evangelio de Lucas 4, Jesús se presenta como el cumplimiento del anuncio de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí... me ha enviado a proclamar la libertad a los cautivos... a proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús no solo predica el Jubileo: Él mismo es el Jubileo encarnado.
Por
eso, conocer las raíces bíblicas del Jubileo no es un ejercicio arqueológico,
sino cristológico: todo Jubileo apunta a Cristo, que perdona, reconcilia,
libera y consuela. Vivir el Jubileo 2025 sin esta perspectiva sería como
celebrar una fiesta sin conocer al anfitrión.
0 Comentarios
Tu comentario ayuda a profundizar la reflexión y el análisis. Muchas gracias.