Muchas veces, aferrados a un discurso de odio y de exclusión se acusa de “idólatras” a los católicos por tener imágenes en los templos y en las casas. También sucede que los católicos juzgan a muchos cristianos y a otras comunidades de fe, por su doctrina, e incluso, los condenan al "infierno".
Quien entra a una iglesia católica y ve esculturas, cuadros o íconos, podría pensar superficialmente: “Aquí adoran figuras de yeso o madera”. Nada más lejano de la verdad. En realidad, detrás de cada imagen hay una historia de fe, un recuerdo de la comunión de los santos y un camino pedagógico que nos lleva a Dios.
El corazón de un católico sabe distinguir entre el Creador y las criaturas, entre el Absoluto y los signos que lo representan, tema que por cierto, ha sido estudiado a lo largo de los siglos y ha sido superado entre quienes hacemos teología y biblia, tanto en la línea protestante como católica. Hay un principio sagrado que en el mundo moderno se pregona para evitar "peleas religiosas" que son tóxicas y atentan contra la unidad de quienes profesan un credo religioso: "la doctrina de cualquier comunidad de fe se debe respetar y apostarle a una agenda de temas que nos ayuden a sanar un mundo herido por las guerras y los conflictos, y a dar testimonio de la Verdad".
Ante esta situación, se hace necesario explicar con claridad, y con fuentes oficiales de la Iglesia, por qué los católicos no adoran imágenes.
Cinco razones de peso
1. La adoración pertenece solo a Dios
La Iglesia enseña que la adoración (latría) se da únicamente a la Santísima Trinidad. El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 2096) afirma:
“La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerlo como Dios, Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, Amor infinito y misericordioso”.
A ninguna criatura, ni siquiera a la Virgen María o a los santos, se les da este culto. Ellos reciben veneración (dulia) y en el caso particular de María, hiperdulía. La diferencia es clara y está definida desde el Concilio de Nicea II (año 787).
2. Las imágenes son signos, no ídolos
Un ídolo pretende sustituir a Dios; una imagen es un signo que remite a alguien real. El Concilio de Trento (1563) respondió a las críticas protestantes diciendo que las imágenes “sirven para instruir y recordar los misterios de la fe” (DS 1821). El Vaticano II reafirma:
“Las imágenes sagradas… nos recuerdan a Cristo, a la Virgen y a los santos y despiertan en nosotros el deseo de imitarles” (Sacrosanctum Concilium, 125).
Así, la imagen no es el fin de la oración, sino una “ventana hacia lo invisible”. En este caso, se debe reconocer que ciertas tendencias católicas, apoyadas en una piedad popular poco seria, sí han incurrido en la adoración de imégenes, hasta el punto de crear "competencia" entre los mismos santos, para mirar cuál es el más efectivo para conceder favores. Hecho que la misma Iglesia procurado corregir, llevando la claridad del mensaje bíblico.
3. La Biblia no prohíbe las imagenes, sino la idolatría
Es cierto que en Éxodo 20,4 se ordena “no te harás imagen”. Pero ese mandato se entiende en contexto: el pueblo estaba tentado a fabricar dioses falsos. Dios mismo mandó luego hacer imágenes, como los querubines del Arca de la Alianza (cf. Ex 25,18-20) o la serpiente de bronce (cf. Nm 21,8-9).
La clave está en la intención: no adorar la obra creada, sino al Dios vivo que se sirve de signos sensibles para comunicarse con nosotros.
4. La encarnación legitima las representaciones
Con la venida de Cristo, el Dios invisible se hizo visible:
“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9).
San Juan Damasceno defendía en el siglo VIII que, gracias a la Encarnación, es legítimo representar a Cristo y a sus santos:
“Yo no adoro la materia, sino al Creador de la materia que, por mí, se hizo materia”.
El Concilio II de Nicea confirmó esta doctrina y estableció el uso legítimo de imágenes en la Iglesia, sin incurrir en idolatría o en un culto falso, cargado de fanatismos.
5. Las imágenes educan la fe y alimentan la devoción
En un mundo donde no todos saben leer, las imágenes han sido “el catecismo de los sencillos”. El Catecismo (CIC 2131) enseña:
“El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. El honor tributado a una imagen se remonta al modelo original, y quien venera una imagen venera a la persona representada en ella”.
Por eso, una estampa de la Virgen en el bolsillo, un crucifijo en la pared o una estatua en el templo son ayudas espirituales que educan, consuelan y despiertan amor a Dios. Por sí solas no valen nada, absolutamente nada. Por eso hay que estudiar más la palabra de Dios y evitar los "fetiches", es decir, darle vida a lo que no lo tiene: "Un fetiche es un objeto al que se le atribuyen poderes sobrenaturales o mágicos, especialmente en prácticas religiosas de culturas ancestrales. Estos objetos, considerados sagrados o cargados de poder, solían emplearse como amuletos de protección o como símbolos rituales. Su veneración religiosa se denomina “fetichismo”.
El mismo filósofo alemán Emmanuel Kant, "Asocia el fetichismo a la religión mágica, entendiendo por tal aquella que se basa en ciertas acciones encaminadas a satisfacer los propios deseos y conquistar el favor divino". Esa religión mágica si tiene inclinaciones de empujar a adorar cosas, objetos y personas. Algo contradictorio para la fe.
Conclusión
Decir que los católicos “adoramos imágenes” es un error fruto del desconocimiento. La Iglesia ha sido clara durante siglos: adoración solo a Dios, veneración a los santos e imágenes como medios pedagógicos que apuntan al Misterio.
En un mundo que necesita símbolos, gestos y recordatorios visibles, las imágenes nos ayudan a mantener vivo el corazón creyente. No son rivales de Dios, sino “puentes” que nos llevan a Él. Comprender esta diferencia no es un detalle menor: es reconocer la riqueza de una fe que sabe unir lo visible y lo invisible, lo humano y lo divino, lo sensible y lo eterno.
Luis Daniel Londoño Silva. Licenciado en Teología. dalonsi@gmail.com
0 Comentarios
Tu comentario ayuda a profundizar la reflexión y el análisis. Muchas gracias.