DE LA RELIGIOSIDAD A LA ESPIRITUALIDAD: UN CAMINO FASCINANTE DE HUMANIZACIÓN

A lo largo de la historia, la humanidad ha buscado a Dios de diversas maneras o el sentido trascendente de la vida, y en ese camino han surgido dos grandes dimensiones: la  religiosidad y la espiritualidad. Aunque a menudo se usan como sinónimos, estos conceptos encierran realidades profundamente diferentes.


Mientras la religiosidad puede caer en el formalismo y la rigidez, deshumanizando a las personas, la espiritualidad, cuando es auténtica, lleva a la plenitud del ser, promoviendo la compasión, la libertad interior y el amor verdadero. La religiosidad exagerada puede convertirse en un obstáculo para la humanización y cómo la espiritualidad es un camino de transformación personal y comunitaria.

Cabe anotar que la religiosidad en su origen no es equivocada, de hecho, san Agustín deja en claro la diferencia entre la buena y la mala religiosidad:

“La verdadera religión es aquella que nos une al único Dios verdadero y nos aparta de los ídolos y supersticiones” (Sobre la verdadera religión, 390). 

Se podría afirmar que la religiosidad sesgada en actos solitarios de devoción y piedad podría ser deshumanizante, es decir, el que cree que tener fe es sumar y sumar devociones, vivir de apariciones extrañas, desconociendo el Evangelio y viviendo de cualquier manera. El exceso de religiosidad conduce a la doble moral y a un puritanismo inquisidor.

Para san Agustín, la verdadera religión consiste en buscar, conocer y amar a Dios, alejándose de las supersticiones y falsas creencias. Su concepción de la religiosidad está estrechamente vinculada con la interioridad, la gracia y la comunión con Dios en la Iglesia.

En lo que tiene que ver con la espiritualidad, San Agustín la entiende la como un camino interior hacia Dios, basado en la búsqueda de la verdad, la conversión del corazón y la unión con Dios a través del amor y la gracia. Su pensamiento gira en torno a la interioridad, ya que considera que Dios habita en lo más profundo del ser humano y que es necesario volver a uno mismo para encontrarlo:

“No salgas fuera, vuelve a ti mismo; en el interior del hombre habita la verdad. Y si hallas que tu naturaleza es mutable, trasciéndete a ti mismo” (Confesiones VII, 10, 16)


Religiosidad: Cuando la ley reemplaza el amor

La religiosidad, entendida como un conjunto de prácticas, normas y tradiciones, tiene un valor en la vida de fe. Sin embargo, cuando se absolutiza y se vive sin un verdadero encuentro con Dios, puede volverse deshumanizante. Jesús mismo criticó esta actitud en los fariseos, quienes cumplían la Ley al pie de la letra, pero olvidaban lo esencial: la misericordia y la justicia: “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Dan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero han descuidado los asuntos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad” (Mt 23,23).

Este pasaje refleja cómo la religiosidad vacía puede llevar a un cumplimiento externo de normas sin transformación interior. Cuando la fe se reduce a prácticas externas sin una relación viva con Dios, el ser humano corre el riesgo de convertirse en un mero ejecutor de ritos, perdiendo su capacidad de compasión y apertura al otro.

El teólogo Karl Rahner advertía sobre el peligro de una religión que se queda en la superficie, sin tocar el corazón del creyente. Según él, la fe del futuro será una fe experiencial y profunda o no será en absoluto.

El Papa Francisco nos dice al respecto: “Jesús quiere superar una religión entendida solo como práctica exterior y rutinaria, que no incide en la vida y en las actitudes de las personas. Una religiosidad superficial, solamente un ritual entre comillas, en el feo sentido de la palabra” (Ángelus del 27 de septiembre de 2020).

Y también afirma que “El Señor nos da la gracia de la sabiduría cristiana para no caer en la religiosidad de las apariencias: aparentar hacer, aparentar ser, y después, por dentro... Nada. Pedir esta gracia” (Homilía en la Casa Santa Marta (25 de octubre de 2016).

Espiritualidad: La humanización mediante del encuentro con Dios

La espiritualidad auténtica es aquella que nos transforma desde dentro y nos lleva a vivir según el Espíritu. En lugar de centrarse en normas externas, la espiritualidad busca una relación viva con Dios que se traduce en amor concreto hacia los demás.

San Pablo nos recuerda que “la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2 Cor 3,6). La religiosidad rígida puede asfixiar el alma, mientras que la espiritualidad auténtica la libera. Jesús mismo mostró este camino: “El sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc 2,27).

Este principio es clave: la espiritualidad cristiana no es un peso, sino un camino de humanización que nos ayuda a vivir con mayor libertad y amor.

 San Francisco de Asís es un ejemplo de esta espiritualidad transformadora. Para él, la fe no era solo cumplir normas, sino vivir el Evangelio de manera radical, abrazando a los pobres y viviendo con sencillez. Su experiencia muestra que la espiritualidad nos hace más humanos porque nos conecta con la esencia de la vida: el amor.

El Papa Francisco, afirma: “La vida espiritual del cristiano no es pacífica, lineal y sin desafíos; al contrario, exige una lucha constante: la lucha cristiana por mantener la fe, por enriquecer los dones de la fe en nosotros” (Audiencia General (3 de enero de 2024).

Del miedo a la confianza: Un cambio de paradigma

Muchas veces, la religiosidad se sostiene en el miedo: miedo al castigo, miedo a no ser aceptados por Dios, miedo a equivocarse. En cambio, la espiritualidad nos introduce en una relación de confianza y amor con Dios. San Juan nos dice: “En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto expulsa el temor” (1 Jn 4,18).

Cuando la fe se basa en el amor y no en el miedo, el ser humano florece. Descubre que Dios no es un juez implacable, sino un Padre misericordioso que lo acompaña en su caminar. Esta confianza permite una vida más plena, en la que la persona se siente libre para amar y servir sin temor.



Conclusión

El paso de la religiosidad a la espiritualidad es un viaje fascinante de humanización. Mientras la religiosidad rígida puede deshumanizar al convertir la fe en una carga pesada, la espiritualidad auténtica nos transforma en personas más compasivas, libres y amorosas. Jesús nos mostró este camino al poner el amor por encima de la norma, recordándonos que Dios desea corazones transformados más que rituales vacíos.

Este llamado sigue vigente hoy. En un mundo que necesita más humanidad, la espiritualidad cristiana nos ofrece una senda de plenitud, donde la fe no es una obligación, sino una experiencia de amor que nos hace más humanos y nos acerca más a Dios.

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3 Comentarios

  1. Estupenda explicación muy necesaria para el catolico

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  2. Felicidades Daniel, debemos buscar siempre el equilibrio para dar fruto de la oración.

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Tu comentario ayuda a profundizar la reflexión y el análisis. Muchas gracias.