Mgtr. en Violencia Doméstica y de Género, teólogo católico, escritor y comunicador.
En el umbral de un nuevo Cónclave, la Iglesia Católica se prepara para discernir, en oración y comunión, al sucesor del Papa Francisco, fallecido el 21 de abril de 2025. Este proceso, profundamente espiritual y eclesial, se distingue radicalmente de una elección política.
No se trata de campañas ni de cuotas de poder, contrario a lo que de manera irresponsable lo han afirmado algunos periodistas, sino de una búsqueda conjunta de la voluntad de Dios para su Iglesia. De hecho, los señores Cardenales se preparan espiritualmente y estudian en profundidad la situación de la Iglesia y la sociedad.
I.
NATURALEZA DEL CÓNCLAVE: DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL
El Cónclave es un acto de fe y obediencia al Espíritu Santo. La Constitución
Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por San Juan Pablo II,
establece que “la elección del Romano Pontífice debe realizarse en un
ambiente de recogimiento y oración, buscando únicamente el bien de la Iglesia”.
A
diferencia de los procesos políticos, donde predominan las alianzas y
estrategias, el Cónclave es un espacio de discernimiento espiritual, donde los
cardenales se reúnen en la Capilla Sixtina, invocando al Espíritu Santo para
que guíe sus decisiones.
Recordemos
que el término “cónclave” proviene del latín cum clave (encerrados “con llave”)
y alude al aislamiento físico y espiritual que viven los cardenales electores
durante el proceso. Este aislamiento no es un capricho medieval, sino una
medida teológica: busca que cada elector se aparte de intereses mundanos y
entre en una lógica de oración y escucha, donde “no se vota por simpatías o
influencias, sino en conciencia ante Dios”, como recordaba Benedicto XVI.
II. DIFERENCIAS CON UNA ELECCIÓN POLÍTICA
Mientras
que en la política se busca el poder y la implementación de programas
específicos, en el cónclave se busca la continuidad de la misión de la Iglesia.
No hay campañas electorales ni promesas; los Cardenales electores, menores de
80 años, se reúnen en un ambiente de oración y reflexión, conscientes de la
gravedad de su responsabilidad. El Código de Derecho Canónico establece que “el
elegido debe aceptar libremente su elección y, si no es obispo, debe ser
ordenado inmediatamente”.
A
diferencia del mundo político, donde se juega el poder y las cuotas
partidistas, la Iglesia es “communio”, como enseña Lumen Gentium (n.
9-13). Dentro del Cónclave no hay “izquierda” o “derecha” en
sentido partidista, sino visiones distintas sobre la pastoral, la misión, el
gobierno y la relación con el mundo. No es pecado que haya tensiones; es señal
de vida.
Como afirmaba el cardenal Martini, “no se trata de elegir al más popular, sino al más disponible al Espíritu”. Esas tendencias, reformistas, continuistas, diplomáticas, evangelizadoras, no son bloques ideológicos sino expresiones de una misma Iglesia que busca responder a los signos de los tiempos.
III. CÓNCLAVE
2025: UN MOMENTO DECISIVO
El
próximo Cónclave se da tras un pontificado profundamente transformador. Francisco
ha dejado un legado de reformas sinodales, descentralización de decisiones,
apertura a las periferias, preocupación ecológica (Laudato si), reformas
estructurales de la Curia (Praedicate Evangelium) y una fuerte denuncia
profética contra la mundanidad clerical. Su pontificado, sin embargo, también
ha despertado resistencias internas, especialmente entre quienes consideran que
se ha diluido la claridad doctrinal.
El
nuevo Papa deberá navegar entre el respeto a lo ya edificado y el impulso de
nuevas reformas. La tentación sería elegir un “papa de transición” o uno
que “corrija” a Francisco. Aunque la verdadera pregunta debería ser: ¿Quién
podrá profundizar, completar y encarnar ese proceso de reforma evangélica, sin
rupturas innecesarias ni giros pendulares?
IV.
CONTINUIDAD DEL LEGADO DE FRANCISCO
El Papa
Francisco nos deja un horizonte: una Iglesia “en salida”, misionera,
samaritana, dialogante y sinodal; su sucesor no debe ser su copia, sino alguien
que retome el fuego sin aferrarse a la forma. El nuevo Papa debería:
Consolidar
las reformas estructurales sin frenar su espíritu.
Superar
el clericalismo sin diluir la identidad.
Escuchar
más al laicado y las mujeres en la vida eclesial.
Reposicionar
la Iglesia en un mundo multipolar y en crisis.
Dar
testimonio de una fe alegre, profunda y creíble.
El
nuevo Papa tendrá que hacer un discernimiento cómo continuar el legado de
Francisco, caracterizado por una Iglesia en salida, cercana a los pobres y
comprometida con la justicia social y el cuidado de la creación.
Las
reformas iniciadas, como la descentralización y la sinodalidad, requieren
consolidación y profundización. El próximo Pontífice tendrá la tarea de guiar a
la Iglesia en un mundo cada vez más secularizado y polarizado, manteniendo la
unidad en la diversidad.
Como dijo el papa emérito Benedicto XVI: “La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción”. El próximo Papa debe ser ese rostro que atrae al mundo, no por carisma mediático, sino por la transparencia de Cristo en su humanidad.
El Cónclave
no es una contienda política, sino un acto de fe y obediencia al Espíritu
Santo. Es un momento de gracia para la Iglesia, donde se busca, en comunión y
oración, al pastor que Dios ha elegido para guiar a su pueblo. Más allá de las
tendencias y sensibilidades, lo que une a los Cardenales es el deseo de servir
a la Iglesia y al mundo, siendo testigos del Evangelio en nuestro tiempo.
El hecho de que existan puntualmente 4 casos conflictivos no se podría afirmar de polarización, ni de divisiones, más bien de hechos para discernir con un único propósito: elegir un Papa que responda a la situación actual de la misma Iglesia y del mundo, lo demás son fantasías.
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3 Comentarios
🌟🌺👏👏👏💖
ResponderBorrarMucha claridad en loo expuesto
ResponderBorrarAsí debe de ser el bien común del pueblo de Dios gracias por su comentario
ResponderBorrarTu comentario ayuda a profundizar la reflexión y el análisis. Muchas gracias.