EL MONSTRUO INVISIBLE EN CASA ¿CÓMO EXORCIZARLO?

Había una vez una familia donde todos parecían felices. Sin embargo, cada noche, un monstruo invisible merodeaba por el hogar: no tenía garras ni colmillos, pero sí palabras y gestos que herían sin dejar marcas en la piel. Este monstruo no era más que una colección de creencias y actitudes que, sin darnos cuenta, repetimos día tras día, y que continúan alimentando la violencia en nuestros hogares.

Hoy te invito a mirar de cerca esas actitudes silenciosas, esas semillas de machismo que muchas veces pasan desapercibidas, pero que pueden crecer y convertirse en algo peor.


1. “Los hombres no lloran”: Reprimir la vulnerabilidad masculina

Lo que hay detrás: Enseñar a los varones que deben ser siempre fuertes y no expresar emociones, los convierte en adultos incapaces de manejar el dolor y la frustración. Esa represión puede transformarse en agresión.

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Eduquemos a nuestros hijos para que puedan nombrar sus emociones. Démosle permiso para llorar, para tener miedo, para equivocarse. Enseñémosles que la ternura también es una forma de fortaleza. Una familia donde los hombres lloran, es una familia donde nadie grita.

2. “Ayúdame con los niños”: Paternidad como favor y no como corresponsabilidad

Lo que hay detrás: Muchos hombres siguen viendo la crianza como una tarea femenina a la que “colaboran”, no como una responsabilidad compartida.

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Hablemos de paternidades activas, no de “papás ayudantes”. La crianza no es una cortesía, es una corresponsabilidad. Invitemos a los hombres a construir vínculos desde el afecto, la presencia y el cuidado diario, no solo desde el sustento económico.

3. “Eso es un trabajo de mujeres” – Segregación de tareas en el hogar

Lo que hay detrás: Dividir las labores domésticas por género perpetúa una desigualdad estructural. La sobrecarga de tareas recae sobre las mujeres, generando tensiones, cansancio y resentimiento.

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Hagamos de la casa una escuela de igualdad. Que los niños y niñas participen por igual en las tareas. Que todos cocinen, limpien, cuiden y ordenen. La equidad enriquece.

4. “Yo mando aquí”: Autoritarismo encubierto de liderazgo

Lo que hay detrás: Muchos hogares aún funcionan bajo el esquema del hombre como "jefe del hogar", confundiendo liderazgo con dominación. Esta jerarquía impide el diálogo y legitima el abuso.

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Fomentemos la democracia familiar. Las decisiones deben ser consensuadas, escuchando a todos. El respeto no se impone, se construye. Un verdadero líder no grita, acompaña. No aplasta, inspira.

5. Juzgar los gustos o expresiones por género

Lo que hay detrás: Criticar a un niño porque le gusta bailar, o a una niña que prefiere jugar fútbol, refuerza roles arcaicos y limita el desarrollo.

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Cambiemos control por confianza. Amor sano es aquel que deja libre, no el que encierra. La libertad y el respeto deben ser las columnas de toda relación afectiva.

6. “Calladita te ves más bonita”: Silenciamiento femenino en la toma de decisiones

Lo que hay detrás: Aún persiste la creencia de que las mujeres deben ser sumisas, no discutir ni contradecir. Se confunde respeto con obediencia, y discreción con invisibilidad.

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Enseñemos a nuestras hijas a hablar con firmeza y a nuestros hijos a escucharlas con atención. Una familia sana es aquella donde todas las voces importan. Porque el silencio impuesto es una forma de violencia invisible.


Conclusión: Seguir exorcizando

El cambio nunca empieza con grandes discursos, sino desde la valentía de revisar lo cotidiano y de atreverse a hacer preguntas incómodas. Estas actitudes machistas, invisibles a los ojos de muchos, si no se nombran, seguirán creciendo bajo la alfombra y ese monstruo invisible seguirá siendo más fuerte y podría acabar con tu hogar o crear hombres y mujeres que abran en el futuero las puertas de sus hogares a ese monstruo que quizás quiera seguir permaneciendo invisible y que hacde mucho daño. 

Que este artículo sea el primer paso para provocar conversaciones importantes y, sobre todo, posibilitar hogares más libres y amorosos. La educación es la herramienta más poderosa: transformemos el presente, uno en casa, juntos.

Hagamos de nuestros hogares lugares donde nadie tenga miedo de ser quien es. Donde el respeto no se mendigue. Donde el amor no duela.

El cambio no vendrá de afuera. Empieza en el comedor de casa, en la forma como compartimos el pan y la palabra.

Porque una familia que cuestiona, educa. Y una familia que educa, salva.


Por Luis Daniel Londoño Silva, Mgtr. en Violencia Doméstica y de Género
dalonsi@gmail.com

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