EL BUEN SAMARITANO: UNA PARÁBOLA MÁS ALLÁ DE LA SACRISTÍA

Cuando la misericordia se pone en camino

Hay historias que no envejecen, relatos que no se oxidan, narraciones que no caducan. Viven porque tocan lo más hondo del alma humana, y como toda semilla que cae en tierra fértil, crecen incluso en los terrenos más áridos...

Esta no es una historia blanda ni neutral. Es un tesoro espiritual, un golpe de gracia que atraviesa las estructuras religiosas, sociales y morales de todos los tiempos. Si la leemos con los ojos del corazón abiertos y la mente sin prejuicios, esta parábola no solo nos narra un acto de bondad, sino que desmantela todo un sistema.

Este artículo no es un sermón reciclado. Es una invitación a mirar esta historia desde un ángulo que tal vez nunca hemos explorado: no solo preguntarnos “¿Quién es mi prójimo?”, sino cuestionarnos también “¿A quién he excluido de mi compasión?”. Y más aún: ¿Puede alguien impuro, herético o rechazado ser el rostro de Dios para mí?

Prepárate: el Buen Samaritano no es un moralista de buenas intenciones. Es un revolucionario silencioso que encarna la espiritualidad del riesgo, la compasión que desobedece, el amor que no pide permisos.

2. Exégesis: la compasión como herejía para los puros

Contexto histórico y religioso

Lucas nos sitúa en una época donde el camino de Jerusalén a Jericó era más que una ruta geográfica: era una metáfora de las jerarquías religiosas. Jerusalén, el centro del culto puro; Jericó, ciudad marginal, tierra de paso. La violencia era real: el camino era temido, solitario y peligroso. El hecho de que un hombre haya sido asaltado allí no es un accidente, sino un símbolo de la vulnerabilidad humana en un mundo desigual.

Los personajes no son casuales. El sacerdote y el levita representan al estamento religioso que, pese a su rol sagrado, omite actuar por temor a contaminarse. Recordemos que tocar un cadáver, o a alguien sangrante, suponía volverse impuro y por tanto quedar excluido temporalmente del culto (Lev 21,1). Su religiosidad era más importante que la vida. No eran malos: eran coherentes con un sistema excluyente.

El samaritano, en cambio, era un hereje para los judíos. Su pueblo tenía una fe "impura", un templo rival en el monte Garizim, una historia de enfrentamientos con los judíos. El evangelio de Juan da cuenta de esta enemistad (Jn 4,9): “Los judíos no se tratan con los samaritanos”. Que Jesús elija a este personaje como el héroe de su historia es una provocación deliberada.

Expresiones clave del texto (Lucas 10, 25-37)

  • “Un maestro de la Ley se levantó para poner a prueba a Jesús”: es una escena tensa. No es una pregunta sincera sino una trampa legal.
  • “¿Quién es mi prójimo?”: el jurista quiere limitar la obligación del amor a un grupo definido. Jesús le responde desbordando la lógica legalista.
  • “Tuve compasión”: en griego, esplanjnísthe, viene de las entrañas. No es una emoción superficial, sino un estremecimiento visceral que mueve a actuar.
  • “Haz tú lo mismo”: la parábola culmina no en una teoría, sino en una acción.  
  • Jesús invierte los papeles. El prójimo no es aquel a quien yo decido ayudar, sino aquel que se atreve a ayudarme, aunque yo lo haya considerado impuro. Es una descentralización del ego religioso.

3. Y ¿Hoy? 

La parábola del Buen Samaritano nos golpea en lo más profundo de nuestra espiritualidad posmoderna. En tiempos de prisas, filtros, fronteras, tribalismos ideológicos y religiones institucionalizadas, esta historia nos exige parar, mirar y conmovernos hasta el punto de cambiar el rumbo.

No basta con asistir a misa, dar limosna o citar versículos. Lo radical es arriesgarse a tocar al herido sin preguntar su historia, su ideología, su orientación sexual, su nacionalidad o su fe. La compasión cristiana no pregunta credenciales. La verdadera espiritualidad no se mide por lo que rezamos, sino por cómo encarnamos el amor que se agacha.

¿Y si hoy el samaritano fuera un migrante venezolano? ¿Una mujer trans? ¿Un líder social indígena asesinado? ¿Una madre cabeza de hogar en un barrio periférico? ¿Un ateo con alma de profeta?

¿Estamos dispuestos a dejarnos ayudar por ellos? ¿A reconocer que Dios también camina fuera del templo y que puede aparecer con rostro de marginal?

Esta parábola invita a una espiritualidad subversiva: no centrada en la pureza, sino en la cercanía. No en los ritos, sino en los vendajes. No en lo legal, sino en lo vital. Es un llamado a vivir una fe que se mancha, se arriesga y se ensucia, pero que salva.

4. El evangelio nos interpela

Jesús nos propone cambiar de ruta. Ya no basta con admirar al samaritano. Se trata de serlo, aunque ello nos cueste la reputación entre los “puros”. Lo verdaderamente revolucionario del cristianismo no es el dogma, sino la ternura que se pone en camino, la misericordia que desobedece los mandatos del miedo.

El Buen Samaritano no fue un hombre bueno: fue un hereje convertido en icono del Reino. Y Jesús nos está diciendo, sin anestesia: “ve y haz tú lo mismo”. Suelta el látigo, recoge el aceite, baja del burro y acércate.

Porque solo la compasión cura.

5. Película recomendada

Los olvidados (1950) – Luis Buñuel. Un clásico del cine latinoamericano sobre el dolor de los marginados. El herido está en cada niño abandonado. ¿Quién será su samaritano?

© 2025 Humanizar Creando | Luis Daniel

Publicar un comentario

0 Comentarios