EL ARTE DE AMAR EN SAN AGUSTÍN

Hay momentos en la vida en que sentimos que hemos amado mal. No porque no lo intentamos, sino porque no supimos cómo. Amamos con ansiedad, con miedo, con sed de llenar vacíos… y terminamos más rotos que antes. 

San Agustín conoció ese abismo; amó con desorden, con intensidad, con hambre de infinito en corazones finitos. Y fue precisamente ese dolor, esa mezcla de placer y vacío, lo que lo llevó a descubrir que el verdadero amor no se improvisa: se aprende, se purifica, se ordena y se eleva. 

Agustín de Hipona no fue un santo de vitrina, fue un hombre de carne viva, con cicatrices en el alma. Por eso su pensamiento sobre el amor no nace desde el púlpito, sino desde las entrañas, y sigue siendo profundamente actual. Hoy, cuando el amor se ha vuelto un juego de máscaras, de contratos rotos y promesas ligeras, necesitamos volver a su fuego. No un amor de novela, sino uno que transforme la vida, que haga del corazón una morada digna de Dios y de los demás.

Con este ensayo los invito a escuchar a Agustín como quien escucha a un amigo mayor que ha llorado, amado, errado y, finalmente, encontrado la paz. Les compartiré siete conceptos esenciales de su visión del amor. No son fórmulas mágicas, sino caminos. Caminos que nos enseñan a amar con más verdad, más humildad y más libertad, porque, al final, solo el amor bien vivido es digno de llamarse vida.

 EL AMOR COMO PESO DEL ALMA

“Pondus meum amor meus; eo feror, quocumque feror”

“Mi amor es mi peso; por él soy llevado a donde quiera que voy” (Confesiones, XIII, 9.10) 

En Agustín, el amor es el principio dinámico que mueve toda la existencia. No amamos solo con palabras o emociones: amamos con el alma entera. El amor tiene “peso” porque nos arrastra, nos lanza hacia lo que deseamos. Esta visión quiebra la idea contemporánea de que amar es algo superficial, volátil o estético.

Hoy vivimos en un mundo liviano, donde todo parece flotar sin raíces: relaciones líquidas, vínculos efímeros, pasiones volátiles. Pero el alma, como enseñó Agustín, necesita peso para no perderse. Lo que amamos configura nuestras decisiones, nuestros hábitos, incluso nuestro destino. ¿Qué es lo que más amas? Ahí va tu vida ¿Te pesa tu amor o te libera? 

La orientación vital del ser humano depende de sus afectos. Amar bien no es un lujo espiritual, sino una necesidad existencial. En la era del burnout emocional, aprender a amar con peso y dirección puede salvarnos de la dispersión que nos fragmenta, del estrés que nos enferma y de esos pesos que queremos cargar sin darnos cuenta.

EL DESORDEN DEL AMOR

“No es el amor el que es condenado, sino el amor desordenado” (De Civitate Dei, XV, 22)

Agustín insiste: el problema del ser humano no es que ame, sino que ame mal. El corazón humano no es malo por sí mismo, pero sí puede enfermar si dirige su amor hacia lo que no debe ocupar el centro. De ahí nace su célebre diagnóstico moral: el pecado es amor mal jerarquizado. 

Vivimos en una cultura que idolatra lo inmediato, lo superficial, lo cómodo. Amamos sin orden y por eso sufrimos sin sentido. Agustín contrasta dos ciudades: una fundada sobre el amor desordenado del yo que se cree dios (la ciudad terrena) y otra fundada sobre el amor a Dios que relativiza el ego (la ciudad celestial). No se trata de elegir entre amor y deber, sino entre un amor que esclaviza y un amor que libera.

La raíz de muchas crisis sociales y personales no es la falta de amor, sino su mala orientación. Reaprender a ordenar nuestros afectos es vital para recuperar la paz interior y la justicia colectiva. Un corazón sin jerarquía termina idolatrando lo que debería usar y usando lo que debería adorar.

EL AMOR COMO CONOCIMIENTO VIVIENTE

“Nemo potest amare quod nescit, nec scire quod non amat”

“Nadie puede amar lo que no conoce, ni conocer lo que no ama” (De Diversis Quaestionibus, 35)

 En san Agustín, conocer no es solo una función intelectual, sino una experiencia afectiva. Solo lo que se ama se conoce verdaderamente. La razón sola puede analizar, pero solo el amor abraza, comprende, penetra el misterio del otro.

 Hoy sufrimos una hiperinflación de datos y una anorexia de vínculos. Sabemos mucho, pero comprendemos poco. Agustín nos recuerda que el amor abre los ojos del alma. Solo el que ama a una persona, a una comunidad o a Dios, puede entrar en comunión con su profundidad. 

En la era del algoritmo, redescubrir la inteligencia afectiva es urgente. Amar no es dejar de pensar, sino pensar con el corazón despierto. En la familia, la Iglesia, la educación y el arte, el conocimiento que no nace del amor se vuelve inhumano.

 EL AMOR COMO CAMINO DE RETORNO

“Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé…” (Confesiones, X, 27.38)

 La vida humana, para Agustín, es un éxodo del alma: salimos de Dios por el pecado, nos perdemos en mil caminos, pero el amor nos llama de vuelta. El verdadero amor es centrípeto: nos devuelve al centro, a la fuente, al hogar.

 Esta es una gran noticia para nuestro tiempo: no estamos condenados a perdernos, podemos volver, el corazón puede regresar. Y es el amor, no la culpa ni el miedo, lo que nos mueve a volver. Es la nostalgia de lo eterno, ese suspiro que late aún en medio del ruido.

 En un mundo de corazones exiliados, donde muchos buscan sentido en mil lugares sin hallarlo, el amor verdadero se vuelve brújula. No es evasión, es reorientación. Quien ha amado mal no está perdido para siempre: el amor puede rehacerse desde Dios.

 EL AMOR COMO CUMPLIMIENTO DEL MANDAMIENTO

“Ama y haz lo que quieras” (In Ep. Io. ad Parthos, Tract. VII, 8)

“La caridad es la forma de toda virtud” (De moribus Ecclesiae, I, 25.46) 

Agustín enseña que la caridad no es un simple afecto piadoso, sino la forma de toda vida buena. Amar no es opcional, es el mandamiento que resume todos los demás. Pero no se trata de un amor sentimental: es el acto de voluntad que busca el bien del otro, incluso a costa del propio sacrificio.

Frente a una moral centrada en normas, san Agustín pone al amor como criterio: si hay amor verdadero, todo lo demás fluye. Si no lo hay, incluso la ley más perfecta se vuelve carga. La caridad, para él, no anula la justicia, sino que la llena de sentido.

En sociedades divididas por ideologías, prejuicios y miedos, la caridad es la única ley capaz de transformar estructuras y sanar relaciones. Educar en la caridad no es adoctrinar, sino enseñar a vivir con el otro como hermano, no como amenaza.

EL AMOR COMO DON RECIBIDO

“El amor con el que vivimos rectamente no proviene de nosotros, sino que se nos ha dado” (De gratia et libero arbitrio, 21). “Nadie tiene caridad sino quien la ha recibido del Espíritu Santo” (In Ep. Io. ad Parthos, Tract. V, 7). 

Agustín es radical: no podemos amar bien por nuestras propias fuerzas. El amor auténtico es fruto del Espíritu Santo. Esta enseñanza nos salva tanto del moralismo (creer que basta con proponérselo) como del emocionalismo (creer que basta con sentirlo). El amor no se fabrica, se recibe. Y solo quien se sabe amado por Dios puede amar a los demás sin manipular, sin exigir, sin poseer. Amar es, en primer lugar, dejarse amar. 

En un tiempo donde se idealiza la autosuficiencia y se ridiculiza la dependencia espiritual, Agustín proclama que el amor auténtico es gracia. Recuperar la humildad de recibir es el primer paso para vivir relaciones libres y verdaderas.

EL AMOR COMO GOZO VERDADERO

“Feliz es el que posee a Dios. Y poseerle es amarlo” (Soliloquios, I, 1.4)

“Donde está el gozo del amor, allí está el hombre” (Confesiones, X, 22.33)

 Para san Agustín, el gozo no es un lujo del alma, sino su destino. Pero no cualquier gozo: solo aquel que nace del amor bien ordenado. Amar rectamente produce alegría profunda, duradera, libre. No se trata de buscar placer, sino plenitud. Hoy, la búsqueda desesperada de felicidad ha sustituido el arte de vivir bien. Pero la alegría que no nace del amor acaba en decepción. Agustín nos ofrece una alegría anclada en la eternidad, resistente al dolor y fecunda incluso en la cruz.

En medio de tantas búsquedas vacías, amar bien es la revolución más urgente. Porque donde hay un corazón que ama a Dios y a los demás con libertad, hay ya una semilla de resurrección.

CONCLUSIÓN

San Agustín no nos deja recetas románticas ni consejos fáciles. Nos entrega una teología vivida, sufrida, redimida. Amar bien no es suprimir el deseo, sino orientarlo hacia lo eterno. No es dejar de sentir, sino aprender a sentir con verdad. El arte de amar, según Agustín, es el arte de vivir, y en tiempos de confusión afectiva y hambre espiritual, su voz resuena como un faro encendido en la noche: “Allí donde amo, allí estoy”, y si elegimos amar bien, entonces estaremos, al fin, en casa.

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3 Comentarios

  1. Muchisimas gracias, muy bueno edte articulo, refleja la grandeza de San Agustin y no lleva a valorar como despues de tocar fondo, resurge a la luz y se convierte en un evangelizador , en su libro Confediones vemos todo su proceso, lo hebleido muchas veced y siempre aprendo alg. Su otro.libro me lleva a comprender aun mss ese amor tan grande, ese amor que deberia ser el motor del mundo, nos enseña que hay que tratar de amar, siempre amar para poder imitar a Jesus. Muchisimas gracias

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  2. Aunque ya escribi un comentario, releyendo su envio, no tengo palabras para agradecerle me acercara de nuevo, aunque nunca ha estado lejos de mi a San Angustin, no se si le comente que soy Teologa y Lic en Filosofia y Letras, mi ultima carrera ha llenado totalmente esa busqueda espiritual que siempre he tenido , esa necesidad de profundizar en la Palabra para conocer, sobre todo la imagen d Jesus y su predica. Hice un trabajo sobre San Agustin, su vida, sus altos y bajos hasta que llego a conocer a Jedus, este toco su corazon y se convirtio en Santo Padre de la Iglesia. Vivio su vida intensamente primero como.pagano y luego con mayor intensidad su vida al servicio de Jesus, a profundizar en sus endeñanzas y hacernolas entender con claridad a travez de sus obras. Creo que tanto el como Pablo , San Pablo, vivieron un proceso de llamado, de internalizacion y nos permiten al leer con detenimientos las Epistolas de Pablo y las obras de Agustin, darnos cuenta que llegaron a profundizar lo que Cristo Jesus nos vino a enseñar, estare muy pendiente de sus envios crezco y profundizo con ellos, gracias

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  3. ohh wuau…. 1ro para felicitarte por ese gran trabajo y ese empeño que le pones 😊 se le nota todo el cariño y el profesionalismo en cada palabra. Eso sí, me has de disculpar que no lo habido podido leerlo antes🫣 y ya una frase que me calo en el alma….cómo diría Amparito Grisales….me erice 🥹 “Mi amor es mi peso; por él soy llevado a donde quiera que voy”
    Un fuerte abrazo desde la distancia

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Tu comentario ayuda a profundizar la reflexión y el análisis. Muchas gracias.