EL CORAZÓN QUE RESISTE: MARÍA Y LA TERNURA COMO REVOLUCIÓN

En un país donde la violencia pretende imponerse como ley y el poder se disfraza de redención, el Corazón de María se alza como símbolo de una fuerza femenina que no huye ni calla. Esta no es una devoción antigua, sino una revolución pendiente. Hoy más que nunca necesitamos corazones que amen con lucidez y abracen con coraje. 

La fiesta del Inmaculado Corazón de María tiene su origen en la contemplación amorosa de una Iglesia que ha aprendido, a lo largo de los siglos, que no basta con proclamar la fe si no se deja sentir. El corazón, símbolo universal del amor, en María adquiere una resonancia única: es el lugar donde Dios y el dolor del mundo se abrazan. 

Tradicionalmente ubicada el sábado siguiente a la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, esta memoria mariana no es un eco romántico de la piedad popular, sino una invitación a repensar desde lo femenino la respuesta al mal.

 Este artículo no busco rendir homenaje a una imagen de yeso ni a una religiosidad decorativa. Pretendo, más bien, ofrecer una relectura vital, profética y desafiante del Corazón de María como símbolo de resistencia materna, de ternura lúcida, de humanidad en pie frente a la deshumanización. Y en el contexto actual de Colombia, esto no es opcional: es urgente. A continuación, les expongo, de manera breve y concisa, seis aspectos esenciales para resignificar el Corazón de María hoy.

 El Corazón como trinchera de ternura lúcida

María no es una figura endulzada para tranquilizar conciencias, sino una mujer concreta, atravesada por la espada del sufrimiento, como profetizó Simeón (Lc 2,35). Su corazón no es símbolo de debilidad, sino de una ternura que sabe decir “sí” incluso en el abismo.

En una Colombia herida por la violencia política, los discursos autoritarios y las promesas mesiánicas vacías, el Corazón de María nos recuerda que la ternura no es ingenuidad, sino un acto radical de resistencia. Amar en medio del odio, criar en medio del caos, cuidar en medio de la indiferencia: eso es revolucionario. 

María como madre de los que no tienen voz

El Corazón de María no late solo por su Hijo, sino por todos los hijos del dolor humano. Ella representa la maternidad que no se reduce a la biología, sino que se expande a toda causa justa, a todo rostro vulnerable. 

Hoy, cuando tantas madres en Colombia lloran a sus hijos desaparecidos, criminalizados o reclutados por intereses de poder, María se presenta como icono de una maternidad que no se resigna, que acompaña, que denuncia, que no pacta con el olvido.

La espiritualidad femenina como fuerza política

En un mundo dominado por estructuras masculinas de control, el Corazón de María propone otro modo de ejercer el poder: desde la compasión, la escucha, el cuidado. Esta espiritualidad femenina no es pasiva ni sumisa. Es activa, transformadora, profundamente política en el mejor sentido: el de construir comunidad humana.

Colombia necesita hoy más espiritualidad femenina, no como oposición al varón, sino como una dimensión humana olvidada. Necesita corazones que gobiernen con compasión, liderazgos que sanen en vez de dividir, decisiones que no se tomen solo desde el cálculo, sino desde el corazón que discierne. 

María y las búsquedas personales de sentido

El Corazón de María es también refugio para quienes viven el desconcierto interior. Quienes se preguntan ¿Vale la pena seguir creyendo?, ¿Dónde está Dios en este caos?, “¿Cómo se construye esperanza sin mentiras?”, encuentran en María a una mujer que también caminó en la noche de la fe. 

Ella no entendió muchas cosas, pero no huyó. Su corazón creyó sin comprender. En tiempos de vacío espiritual, de religiones mercantilizadas o ideologizadas, su figura es brújula para buscar sin miedo, dudar sin culpa, esperar sin ingenuidad. 

El Corazón que desafía al autoritarismo

El autoritarismo comienza por endurecer los corazones. Por eso, la fiesta del Corazón de María es subversiva: propone una espiritualidad que no obedece sin pensar, que no aplaude sin discernir. María no fue funcional al poder de su tiempo. Su Magníficat es una denuncia poética contra toda tiranía: “derriba del trono a los poderosos” (Lc 1,52). 

Celebrar su Corazón hoy es rechazar toda forma de idolatría política, es recordar que ningún régimen puede apropiarse de la fe, que el Reino de Dios no se negocia con el miedo, y que ningún discurso que pisotee la dignidad humana puede llevar el nombre de Cristo. 

María, madre del pueblo que no se rinde

La fiesta del Corazón de María no es una estampa para colgar en la pared. Es un llamado a vivir con coraje maternal, con ternura militante, con lucidez profética. En Colombia, que sangra y canta, que llora y lucha, necesitamos mujeres y hombres con el corazón de María: abiertos, firmes, fieles. 

Desde tu vida cotidiana, desde tu trabajo, tu oración, tu escritura o tu protesta, puedes hacer del corazón un acto político. María lo hizo. Tú también puedes. Porque hoy, más que nunca, creer es resistir. Amar es sublevarse. Y tener corazón… es una forma de cambiar la historia.

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