DE LA POLÍTICA SALVAJE A LA POLÍTICA DEL AMOR

¿Por qué este ensayo es importante?

Imagina que despiertas en un mundo donde los discursos políticos no son gritos de guerra, sino susurros de esperanza. Donde los líderes no acumulan poder, sino que siembran confianza. Donde las decisiones no se toman desde el miedo, sino desde la empatía. 

Suena utópico, ¿Verdad? ¿Y si te digo que ese mundo es posible, y que su construcción comienza con una pregunta incómoda: ¿Qué hemos hecho con la política?

Hoy, la política se ha convertido en un ring donde los puños son leyes, las palabras son balas y el enemigo es siempre el otro. Un ejemplo claro, son los permanentes discursos del presidente de Colombia Gustavo Petro o el de Estados Unidos, Donald Trump

Vivimos en una época donde la desconfianza es moneda corriente, donde las instituciones se pudren por dentro y donde el ciudadano, ese ser que debería ser el centro, se siente abandonado, traicionado. Colombia, Latinoamérica, el mundo entero, claman por un cambio. Pero no uno superficial, no un simple recambio de nombres en el poder, sino una revolución en la forma de entender lo público.

Este ensayo no es un manual de buenas intenciones. Es una invitación a desaprender la política salvaje que nos han vendido y a atrevernos a soñar con una política del amor: radical, transformadora y, sobre todo, humana. Si alguna vez te has sentido cansado de la corrupción, de la polarización o de la indiferencia, este texto es para ti. Porque el amor, ese concepto que parece reservado para lo íntimo, puede, y debe ser, el motor de lo colectivo.


Introducción: La política que nos enferma

"La política es el arte de lo posible", decía Otto von Bismarck. En nuestras sociedades, lo "posible" se ha reducido a lo cínico: lo posible es robar sin que te atrapen, gobernar para unos pocos, dividir para reinar, tirar la piedra y esconder la mano, como en efecto lo hace, el presidente de Colombia Gustavo Petro.

La política actual es un monstruo de mil cabezas: mafias disfrazadas de partidos, violencia institucionalizada, discursos que odian en lugar de unir. Es lo que la filósofa española Adela Cortina llama "aporofobia" (rechazo a los pobres), pero llevado al extremo: un sistema que no solo margina, sino que devora a los más vulnerables.

En Colombia, por ejemplo, la política salvaje se ve en los cadáveres de líderes sociales, en los contratos millonarios que enriquecen a unos mientras millones no tienen qué comer, en la normalización de la mentira como estrategia electoral, aunque este hecho no es exclusivo de un país: es el síntoma de una civilización que confundió el poder con la grandeza y el individualismo con la libertad.

Frente a este panorama, surge una pregunta urgente: ¿Cómo pasamos de la política como instrumento de dominación a la política como acto de amor? Para responderla, hay que entender primero qué es esa "política salvaje" que nos ahoga y, después, vislumbrar los contornos de una alternativa.


La política salvaje vs. la política del amor

A. La política salvaje: raíces de un sistema enfermo

La política salvaje no es un error, es un diseño. Sus pilares son:

El poder como fin, no como medio: El filósofo José Ortega y Gasset advertía que "el hombre es él y sus circunstancias". En la política salvaje, las circunstancias se manipulan para que el poder se concentre en unas élites. Como escribió Enrique Dussel en su "Ética de la liberación", el sistema colonial nunca murió: solo mutó. Hoy, las metafóricas "encomiendas" son lobbies, los "virreyes" son tecnócratas al servicio de corporaciones, y la violencia ya no llega con espadas, sino con deudas externas, recortes sociales y algoritmos que polarizan.

La deshumanización del otro: La política salvaje necesita enemigos. Como explicó Emmanuel Levinas (aunque no es hispano, su influencia en pensadores como Carlos Cullen es clave), el rostro del otro nos obliga a responder. Pero el sistema actual borra ese rostro: lo convierte en un número, un voto, un obstáculo. En Colombia, el "otro" es el guerrillero, el paramilitar, el migrante, el pobre. La lógica es simple: si no es como yo, es mi amenaza.

La corrupción como lenguaje: Cuando el político miente y nada pasa, cuando el soborno es "lo normal", la política deja de ser un contrato social para convertirse en un negocio. El escritor Eduardo Galeano lo resumió así: "El sistema no está en crisis, el sistema es la crisis".

La violencia como herramienta: No solo la violencia física, sino la estructural: la que mata lentamente con hambre, con falta de oportunidades, con indiferencia. Como denunció Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz, "la pobreza es violencia".


B. La política del amor: ¿una utopía o un camino?

El amor en política no es ingenuidad; es rebeldía. Significa:

Poner la vida en el centro: La teóloga Ivone Gebara (brasileña, pero con eco en pensadores hispanos como Jon Sobrino) habla de una "ética del cuidado". Una política del amor prioriza la vida sobre el PIB, la dignidad sobre el crecimiento económico. Imagina un país donde los presupuestos se discuten preguntando: "¿Esto alimenta o mata?".

El poder como servicio, no como privilegio: Simone Weil (influencia clave en el pensamiento de María Zambrano) decía que "el poder corrompe, pero el poder absoluto corrompe absolutamente". La política del amor exige límites al poder: mandatos revocables, transparencia radical, participación ciudadana real.

El diálogo como método: El filósofo Jürgen Habermas (con resonancia en América Latina a través de Álvaro Tirado Mejía) propuso la "acción comunicativa": decisiones tomadas desde el debate, no desde el decreto. En la práctica, sería:

Asambleas ciudadanas con poder vinculante.

Medios de comunicación públicos y plurales.

Educación para la deliberación (no para la obediencia).

La memoria como vacuna: Como escribió Eduardo Galeano, "la utopía está en el horizonte, camino dos pasos y ella se aleja dos pasos. Pero para eso sirve la utopía: para caminar". Una política del amor no olvida: repara a las víctimas, juzga a los victimarios y construye futuro sin repetir los errores del pasado.

La economía al servicio de la gente: El economista José Luis Sampedro proponía una economía "para la vida". En una sociedad con política del amor, los bancos no deciden el destino de las personas; las comunidades sí. Cooperativas, moneda social, rentas básicas: herramientas ya existentes que esperan ser escaladas.


4. ¿Cómo sería una sociedad con política del amor?

En lo cotidiano: Barrios donde los vecinos deciden cómo gastar el presupuesto local. Escuelas que enseñan a pensar, no a obedecer. Hospitales donde no te piden "un favor" para atenderte.

En lo institucional: Congresos con cupos para movimientos sociales. Juegos políticos donde ganar no signifique destruir al rival, sino construir con él. Fuerzas de seguridad entrenadas en protección, no en represión.

En lo global: Tratados internacionales que pongan los derechos humanos sobre las patentes farmacéuticas. Fronteras abiertas para quienes huyen, no para quienes explotan.

Ejemplo concreto: En Medellín, las "Casas de la Memoria" son un destello de política del amor. Espacios donde las víctimas del conflicto narran su dolor, pero también tejen futuro. Allí, el Estado no es un verdugo, sino un facilitador.


5. Conclusiones: Preguntas que no pueden esperar

Este ensayo no termina con respuestas, sino con provocaciones:

Si el amor es tan poderoso en lo personal, ¿Por qué nos da miedo aplicarlo en lo público?

¿Qué pasaría si tu alcalde, en vez de prometerte un puente, te pidiera que lo construyeran juntos?

¿Estamos dispuestos a pagar el precio de la ternura en un mundo que premia la crueldad?

La política salvaje nos dejó un mundo roto. La política del amor nos invita a recolectar los pedazos y crear algo nuevo.


¿Y tú? ¿Con qué política te quedas? Deja tu comentario

Luis Daniel Londoño Silva. Mgtr. en Violencia Doméstica y de Género, Teólogo, Comunicador y Escritor. dalonsi@gmail.com - WhatsApp 3124746574


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