El ascensor que no subía
Fue entonces cuando leyó por primera vez el término techo de cristal. Y todo tuvo sentido.
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Romper el silencio también es romper el techo
¿Te has preguntado por qué hay tan pocas mujeres en cargos directivos? ¿O por qué las decisiones importantes siguen en manos mayoritariamente masculinas? No es casualidad. Es una trampa sutil. Un cristal. Un límite invisible.
Y si no lo vemos, no lo rompemos.
¿Qué es el techo de cristal?
El techo de cristal es una metáfora que se refiere a las barreras invisibles que impiden a las mujeres alcanzar puestos de poder o mayor responsabilidad, aunque tengan la formación, la experiencia o la competencia para hacerlo.
Según la socióloga estadounidense Marilyn Loden, quien acuñó el término en 1978, “el techo de cristal no es una barrera explícita, sino una combinación de normas, prejuicios y dinámicas institucionales que excluyen a las mujeres del liderazgo”.
La Comisión Europea lo define como “las limitaciones invisibles basadas en prejuicios de género que impiden a las mujeres progresar profesionalmente” (Informe She Figures, 2021).
No es que no haya puertas; es que esas puertas no se abren para todas por igual. No es que no haya escalera; es que muchas veces está saboteada, torcida o truncada para quien nace mujer.
La crueldad de vivir bajo el techo de cristal: heridas que no se ven, pero sangran
Aunque el techo sea de vidrio, sus consecuencias son de piedra. Te detallo algunas de las más graves:
Desigualdad salarial
Según ONU Mujeres, las mujeres ganan en promedio un 20% menos que los hombres en los mismos cargos y con igual capacitación.
Subrepresentación
Solo 1 de cada 4 puestos directivos en el mundo es ocupado por una mujer (Informe de OIT, 2023). En algunos países, esta proporción es aún más baja.
Autoexclusión y síndrome de la impostora
Muchas mujeres comienzan a creer que “no están listas” o que “no merecen” ciertos cargos, interiorizando un mensaje que el sistema les ha enviado durante años.
Violencia simbólica
El techo de cristal es una forma de violencia de género estructural, silenciosa y normalizada. Pierre Bourdieu lo llamaría violencia simbólica: aquella que “actúa con el consentimiento de las víctimas, porque han sido educadas para aceptarla". Desde mi pounto de vista, es la situación más compleja que una mujer puede sufrir. Y lo peor, muchas son engañanas con felicitaciiones, boletas para ir a cine con su familia, recibir una canasta con detalles en las fechas de navidad e incluso, ser festejada en su cumpleaños. No obstante, los ascensos nunca llegan, porque a esa mujer trabajadora y sobresaliente, la mantienen engañada con detallitos para que guarde eterno silencio.
Pérdida de talentos sociales
Cuando una mujer no puede crecer, no solo pierde ella: pierde la sociedad entera, porque desperdicia liderazgo, creatividad, soluciones y nuevas miradas.
¿Cómo romper el techo de cristal?
Romper un cristal no es fácil. No basta con golpear: hace falta presión constante, dirección clara y una comunidad que sostenga. Este techo no se rompe de un solo golpe; se quiebra en mil esfuerzos, en muchas manos trabajando juntas y en una determinación que no se negocia.
Educación crítica desde la infancia
El cambio empieza antes de que aparezca la primera barrera. Hay que enseñar a niñas y niños que el liderazgo, la ciencia, la política y el arte no tienen género. Las frases “esto es para hombres” o “esto es para mujeres” son cadenas invisibles que debemos cortar desde temprano. Cuando una niña crece viendo modelos femeninos en todos los campos, crece creyendo que ella también puede estar allí.
Políticas públicas de igualdad
Las decisiones políticas crean las reglas del juego. Impulsar cuotas de género temporales, transparencia salarial, licencias parentales igualitarias y sanciones reales contra la discriminación es cambiar el tablero para que el mérito, y no el prejuicio, determine quién llega a la cima.
Sororidad y redes de apoyo
Cuando una mujer rompe un techo, no debe salir sola por esa grieta: debe tender la mano para que otras suban. Mentorías, alianzas y espacios de formación multiplican el impacto. La sororidad no es un gesto de simpatía: es una estrategia de supervivencia y de avance colectivo.
Visibilizar el problema
Lo que no se nombra, no existe. Contar historias, dar datos, mostrar cifras y testimonios es encender la luz sobre un techo que muchos prefieren invisible. La visibilidad incomoda, pero también moviliza.
Reformar estructuras
Las organizaciones no cambian solas. Hace falta revisar procesos de contratación, promoción y evaluación, garantizar transparencia y erradicar sesgos en todos los niveles. Romper el techo implica también reconstruir las vigas que lo sostenían.
En resumen: romper el techo de cristal no es un acto aislado, sino una revolución cotidiana. Y cada paso, por pequeño que parezca, abre un resquicio por el que la luz entra para todas.
Conclusión: Lo invisible se combate con conciencia
El techo de cristal no tiene grietas porque es invisible. Pero cuando muchas mujeres, junto a hombres conscientes, alzan la voz, cuestionan, denuncian, innovan, educan y empujan desde abajo… el cristal empieza a vibrar.
Y eventualmente, se rompe.
La próxima vez que veas a una mujer estancada, no la juzgues: quizás esté empujando ese techo. Y si eres mujer y te sientes limitada, recuerda: no estás sola, no estás loca y no estás equivocada. Lo que duele es real. Y puede cambiarse.
Romper el techo de cristal no es un acto aislado, es una revolución silenciosa que se construye día a día. Cada paso que das, cada límite que cuestionas y cada barrera que atraviesas, abre una grieta por donde entrará la luz para las que vienen detrás.
No esperes el momento perfecto: créalo. No busques la aprobación: sé tu propia validación. El cambio comienza cuando decides que tu voz, tu talento y tu visión son irrenunciables. Hoy es el día para alzar la mirada… y golpear ese techo hasta hacerlo añicos.
Luis Daniel Londoño Silva. Mgtr. en Violencia Doméstica y de Género. Teólogo, Comunicador y escritor.
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