EL DENOMINADO “GASLIGHTING” Y SU IMPACTO DEMOLEDOR EN VIOLENCIA DE GÉNERO

Ella se miraba al espejo y dudaba de lo que veía. La voz de su pareja retumbaba en su cabeza: “Estás inventando cosas… siempre recuerdas mal… el problema eres tú”. Poco a poco dejó de confiar en sus ojos, en su memoria y hasta en su propio corazón. Lo que parecía un simple comentario aislado se convirtió en una telaraña invisible que la atrapaba más cada día. Ese es el rostro del gaslighting, una violencia que no deja moretones en la piel, pero sí profundas grietas en el alma.

En el vasto repertorio de violencias que hieren la dignidad humana, hay una que se esconde en las sombras y actúa en silencio: el gaslighting. A diferencia de los golpes que dejan marcas visibles, esta manipulación trabaja desde lo invisible, apagando la confianza y sembrando la duda en el corazón de quien la sufre. 

Se trata de una forma de abuso psicológico tan sutil como devastadora, que va consumiendo poco a poco la claridad interior de la víctima, hasta dejarla atrapada en la oscuridad de la confusión.

Así comenzó la historia...

El término gaslighting proviene de la obra de teatro Gas Light (1938), escrita por Patrick Hamilton, y de su versión cinematográfica de 1944. En ella, un esposo manipulaba a su mujer haciéndole creer que estaba perdiendo la razón, mientras él alteraba detalles del ambiente (como la luz de gas) y negaba sistemáticamente los hechos. 

Desde entonces, el concepto se usa para describir una estrategia psicológica en la que el agresor manipula la percepción de la realidad de la víctima, llevándola a dudar de sí misma, de sus recuerdos e incluso de su propia cordura.

En la vida cotidiana, el gaslighting se reconoce en frases aparentemente simples pero profundamente dañinas: “eso nunca pasó”, “estás exagerando”, “otra vez con tus dramas”, “si lo cuentas, nadie te creerá”. No es un simple desacuerdo, sino un patrón constante de negación, ridiculización y culpabilización. 

El agresor reescribe la historia, minimiza sentimientos y termina sembrando la idea de que el problema no es el abuso, sino la supuesta “inestabilidad” de la víctima.

Las consecuencias son nefastas. En el contexto de la violencia de género, el gaslighting erosiona lentamente la autoestima, genera ansiedad, depresión y aislamiento. Muchas mujeres llegan a callar por miedo a ser señaladas como “locas”, atrapadas en un círculo donde cada día confían menos en sí mismas y dependen más del agresor. 

Es, en términos sencillos, un apagón de la luz interior, un veneno silencioso que consume la libertad y la dignidad de quien lo padece.

Frases comunes de gaslighting que ayudan a identificarlo 

  1. Negar la realidad vivida por la víctima:

  2. Minimizar los sentimientos y ridiculizar las emociones:

  3. Hacer sentir a la víctima “loca” o poco confiable:

  4. Voltear la culpa contra la víctima:

Estos ejemplos muestran cómo el gaslighting no es un “simple comentario hiriente”, sino un patrón repetitivo que busca desestabilizar, manipular y silenciar a la persona. Lo más peligroso es que, con el tiempo, la víctima puede llegar a creer estas frases como verdades.

En alerta

Hablar de gaslighting es ponerle nombre a una violencia invisible que tantas veces pasa desapercibida. Reconocerlo es el primer paso para resistirlo y desactivarlo. Las frases que hieren, que niegan la realidad, que ridiculizan los sentimientos, no son simples palabras: son armas de control. Frente a este veneno psicológico, la claridad es la mejor defensa. 

Iluminar este tema en la conversación social es un acto de justicia y de cuidado. El desafío está en abrir los ojos, creer en la propia voz y acompañar a quienes han sido silenciadas, porque ninguna luz interior merece ser apagada por la sombra del abuso.

Luis Daniel Londoño Silva
Mgtr. en Violencia Doméstica y de Género.
dalonsi@gmail.com

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