El misterio del camino
El poema de Parménides no es una reliquia polvorienta del pasado, sino un faro encendido en medio de la niebla de nuestro tiempo. En él late una pregunta que nunca pierde vigencia: ¿Qué es lo que realmente es, y qué no es más que ilusión pasajera?
Tuve la oportunidad de estudiar filosofía pura y por tanto, comprender el pensamiento filosófico en cada una de sus etapas a lo largo de la historia.
Del mundo griego, quedaron grabas en mi mente, algunas obras que han guiado posteriores estudios de otras áreas del conocimiento: Los fragmentos de Heráclito, el poema de Parménides, el mito de la caverna de Platón así como, Antígona de Sófocles y los Trabajos los días de Hesiodo, esta última, una obra super interesante, que combina mitología, moral práctica y consejos agrícolas; su tono es muy distinto al heroico de Homero, porque en vez de narrar hazañas guerreras, Hesíodo se centra en la vida cotidiana del campesino y en la necesidad de trabajar con justicia y esfuerzo para prosperar. Es una bella obra que, por supuesto, recomiendo.
Este artículo lo dedico al Poema de Parménides, un hombre de Elea, quien escribió un poema que no se parece a nada anterior ni posterior. Este hermoso poema está centraado en un viaje. El lector es invitado a subirse a un carro luminoso, a dejarse conducir por las hijas del sol hacia la morada de una diosa que revela la verdad última: el ser es, y no puede no ser. Espero no ser complicado en mi análisis.
Siempre he creído que filosofar significa salir de la rutina, emprender un camino, escuchar voces más altas que nos llaman a despertar. El misterio del poema de Parménides es que, aun escrito hace veinticinco siglos, nos sigue desafiando. ¿De qué sirve preguntarse por el ser en un mundo saturado de pantallas, datos y opiniones rápidas? Quizá precisamente por eso: porque, como en tiempos de Parménides, también hoy corremos el riesgo de vivir en el ruido de la apariencia y olvidar lo esencial.
Parménides, el viajero del ser
Parménides nació en Elea (actual Italia) hacia el siglo V a.C., discípulo de Jenófanes y maestro de Zenón. La tradición lo recuerda como fundador de la Escuela Eleática, que se caracterizó por la defensa de la unidad e inmutabilidad del ser.
Lo peculiar es que Parménides no escribió un tratado en prosa, como más tarde lo haría Aristóteles. Su obra conocida es un poema en hexámetros, del cual conservamos fragmentos gracias a las citas de otros autores. En él, no encontramos un razonamiento al estilo lógico-geometrizante de los pitagóricos, ni una explicación cosmogónica como en Hesíodo. Encontramos un relato visionario: el filósofo convertido en viajero, conducido hacia la luz de la verdad. Aquí está la magia de Parménides.
Esa mezcla entre poesía revelada y pensamiento riguroso convierte a a este filósofo en un personaje fascinante. No es un místico irracional, pero tampoco un calculador sin alma: es un pensador que viste su metafísica con imágenes de dioses, caballos, puertas cósmicas y senderos de sabiduría.
El poema: estructura y claves
El poema se abre con la narración de un viaje en un carruaje, donde el yo poético es llevado por las hijas del sol hasta una diosa que le va a enseñar la verdad. Esa revelación se divide en dos partes:
La Vía de la Verdad (Aletheia): aquí Parménides sostiene que solo el ser es, y el no-ser no puede ser. Todo lo demás es ilusión.
La Vía de la Opinión (Doxa): es la visión de los mortales, que creen en lo cambiante, lo múltiple y lo aparente, sin alcanzar el núcleo de lo real.
El poema, por tanto, es más que un texto filosófico: es un drama cósmico donde la búsqueda de la verdad se representa como un viaje del alma hacia una diosa. Es como si Platón hubiera encontrado ya en Parménides un primer esbozo de la idea de que el filósofo debe elevarse por encima de las sombras.
Cinco claves esenciales del poema
El ser es y no puede no ser.
Esta afirmación resume todo el poema. La existencia del ser es necesaria, eterna, sin principio ni fin.
La nada no puede existir. Hablar del no-ser es ya una contradicción, porque lo pensamos como si fuera algo.
El ser es uno, eterno e inmutable.
No nace ni perece, no cambia, no tiene partes. Frente al mundo múltiple y cambiante que perciben los sentidos, el ser es una esfera perfecta, íntegra y plena.
La verdad se alcanza con la razón (logos).
Los sentidos engañan porque muestran multiplicidad y cambio. Solo el pensamiento puede captar lo que es verdaderamente.
Aletheia vs Doxa.
La diosa distingue entre la verdad que desvela lo real (aletheia) y la opinión que se queda en apariencias (doxa). Esta distinción marcará toda la tradición filosófica posterior. La sentencia de Parménides es terrible, porque se me ocurre afirmas que nosotros hemos vivido de la simple doxa, creyendo que hacemos pronunciamientos bellos e interesantes. Los famosos influencers, serían simple doxa, palabrería barata de simples formas y percepciones mágicas.
Parménides hoy: cuatro lecturas posibles
El ser y la identidad en tiempos de crisis de lo humano
Vivimos en una época en la que todo parece líquido, cambiante, incluso lo humano. Parménides nos recuerda que hay algo firme en nosotros: una dignidad que no se evapora.
La lucha contra el relativismo
“Todo es relativo”, se dice con ligereza. Parménides responde: no todo. Hay una verdad que no depende de encuestas ni de tendencias.
El valor de la razón frente a la posverdad
En tiempos de fake news y opiniones multiplicadas, el poema nos enseña que pensar con rigor no es un lujo, sino una necesidad para no naufragar en el mar de apariencias, de los me gusta o de manos de bodegueros nefastos pagados por un sistema que huele a podrido.
El viaje interior como metáfora espiritual
El carro de Parménides no es solo un mito griego: es la imagen de nuestro propio camino interior hacia la luz. Buscar la verdad es siempre un viaje de transformación personal.
Filosofar como fiesta
El poema de Parménides no es un texto antiguo perdido en los pliegues de la historia, sino un desafío permanente que interpela al ser humano de todos los tiempos. Su voz nos invita a dejar de vagar por los caminos de la ilusión y atrevernos a penetrar en la hondura del ser. En un mundo dominado por la prisa, las apariencias y el ruido de lo superficial, su llamado resuena con más fuerza: detenernos, pensar, distinguir entre lo que cambia y lo que permanece.
Reflexionar sobre el ser no es un lujo académico, sino una necesidad vital. Solo quien aprende a escuchar la verdad silenciosa del ser puede vivir con autenticidad, sin perderse en las máscaras de lo efímero. Profundizar en el ser es aprender a habitarse, a descubrir que bajo el torbellino de las apariencias existe una raíz firme que sostiene nuestra existencia.
Parménides nos ofrece una brújula: no nos pide renunciar al mundo sensible, pero sí aprender a atravesarlo con discernimiento, buscando siempre la luz que brilla detrás de las sombras. Su poema es, en última instancia, una invitación a vivir con mayor hondura, a no conformarnos con lo aparente y a cultivar una mirada contemplativa capaz de reconocer lo eterno en medio de lo transitorio.
Aceptar este reto no es sencillo, pero sí profundamente liberador: nos hace más humanos, más conscientes, más plenos. Quizá la tarea filosófica, entonces, no sea otra cosa que aprender a mirar como Parménides, con los ojos fijos en la verdad del ser, y con el corazón abierto a su misterio inagotable.
Luis Daniel Londoño Silva. Mgtr. en Violencia Doméstica y de Género, Licenciado en teología, filósofo, comunicador, Escritor y Bloguero. dalonsi@gmail.com
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